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Panamá

¿Vasco Núñez de Balboa un héroe o un genocida?: ¿Ha perdido Panamá su identidad cultural rindiendo tributo al conquistador español?

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Por Isaac García
Opinión

En la actualidad, el canal #0 de Movistar Plus transmite en España, Conquistadores Adventum, una docuserie dramatizada que utiliza tecnología cinematográfica para ofrecer al telespectador una narrativa y una explicación sobre los conquistadores españoles. Uno de los personajes que llama la atención en esta producción es Vasco Núñez de Balboa, el explorador que bautizó como Mar del Sur al océano que hoy conocemos como Pacífico.

 

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¿Héroe o villano?

Vasco Núñez de Balboa es considerado en Panamá como una figura heroica, a pesar de que sometió a las tribus locales, combatió a los aborígenes emberá y buscó oro para él y para la corona española. Su nombre está presente en diversos parques, avenidas, monumentos, monedas y distritos administrativos del país. Incluso hay una orden de mérito que lleva su nombre y que se otorga a personajes destacados y sobresalientes en el orden nacional e internacional.

Vasco Núñez de Balboa

Sin embargo, Vasco Núñez de Balboa también fue un personaje sanguinario, que arrasó con las tribus asentadas en Panamá, particularmente con los emberá. Para ello, utilizaba unos perros alanos de raza, entrenados para el combate, que provocaban auténticas carnicerías humanas en contra de los indígenas que se oponían a la conquista de sus territorios por parte de los españoles. Uno de esos perros, llamado Leoncico, tiene incluso un monumento dedicado en la ciudad natal de Balboa, Jerez de los Caballeros, provincia de Badajoz.

Una historia procesada desde una perspectiva norteamericana

¿Por qué en Panamá se le rinde culto a Balboa, como si fuese un héroe, además descubridor, prácticamente como «fundador» de Panamá? ¿Por qué se olvida que Panamá forma parte de las naciones bolivarianas, que perteneció a la Gran Colombia y a la República de la Nueva Granada junto con Colombia y que en la historia panameña hubo presidentes de Panamá y padres de la patria que eran originalmente colombianos?

La respuesta podría estar en que la historia de la conquista ha sido procesada desde una perspectiva muy norteamericana, donde se exalta a los conquistadores más que a los libertadores. Esta visión se refuerza con producciones como Conquistadores Adventum, que muestran otra cara de Vasco Núñez de Balboa, quien fue gobernador de Veragua, del Darién y de la provincia de Panamá y Coiba entre los años 1511 y 1519. Sus exploraciones sirvieron para cartografiar a Centroamérica y descubrir que Panamá es un istmo.

Pero esas riquezas no le sirvieron de mucho, pues Vasco Núñez de Balboa fue condenado a muerte, a pesar de los favores que hizo a la corona española.

¿Falta de identidad cultural propia?

Lo que sucede en Panamá respecto a la historia de la conquista podría llamarse una falta de identidad cultural propia. En lugar de ensalzar a los libertadores, se venera a los conquistadores. En lugar de reconocer el legado indígena, se ignora el genocidio cometido por los españoles. En lugar de afirmar su pertenencia a las naciones bolivarianas, se asume una postura pro-norteamericana.

Esta situación es preocupante, pues implica una pérdida de identidad histórica y cultural propia, arraigada en lo más profundo de la sociedad panameña. Es necesario revisar críticamente la historia y cuestionar las fuentes que la cuentan. Es necesario también recuperar la memoria colectiva y valorar el patrimonio cultural propio. Solo así se podrá construir una identidad nacional más sólida y coherente.

Los alanos, los perros de la conquista

En las crónicas de la conquista de América, hay un elemento que suele pasar desapercibido, pero que tuvo una importancia crucial en el desenlace de muchas batallas: los perros. Los conquistadores españoles se valieron de estos animales, especialmente de una raza llamada alanos, para sembrar el terror y la muerte entre los indígenas que se resistían a su dominio. Los alanos eran unos perros mestizos entre dogos y mastines, de gran tamaño y ferocidad, que habían sido adiestrados para el combate y que iban protegidos con armaduras de cuero y fieltro, y collares dentados. Estos perros eran considerados como soldados más. Su presencia en las filas españolas era una ventaja decisiva frente a los aborígenes, que solo contaban con arcos, machetes y piedras como armas, y que nunca habían visto nada semejante.

La guerra inevitable

Los españoles llegaron a América con la ilusión de encontrar riquezas sin cuento, impulsados por una leyenda basada en rumores muy bien alimentados. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que para conseguir su objetivo tenían que hacer la guerra con todas las consecuencias y sin marcha atrás. Se encontraron con un mundo desconocido, lleno de peligros y misterios, donde se enfrentaban a civilizaciones muy diferentes a la suya, tanto en cultura como en tecnología. Los españoles se creían superiores por su conocimiento unilateral y su arrogancia técnica, pero también sabían que podían caer en el horror y la crueldad inherentes a la guerra, donde nadie les iba a juzgar y donde podían perder su propia dignidad humana.

Para evitar ese riesgo, los españoles se proveyeron de todos los medios a su alcance para reforzar su estructura militar y asegurar su supervivencia. Entre esos medios estaban los perros, que habían sido usados en Europa desde hacía siglos como apoyo en las guerras. Los perros eran una forma de conjurar el temor a lo desconocido, lo intangible, lo no manifestado, y de imponer su voluntad sobre los indígenas.

La matanza de Cholula

Uno de los episodios más sangrientos de la conquista fue la llamada matanza de Cholula, ocurrida en noviembre de 1519. Cholula era la segunda ciudad más grande del imperio mexica (azteca), con 30 000 habitantes, y estaba aliada con Tenochtitlán, la capital. Hernán Cortés llegó a Cholula con su enorme ejército, compuesto por unos 500 españoles y miles de indígenas aliados. Fue recibido por las autoridades locales, pero pronto descubrió que estas planeaban una emboscada para aniquilarlo. Cortés se enteró por una anciana y unos sacerdotes que los cholultecas habían preparado una trampa en la que iban a participar unos 20 000 guerreros mexicas.

Cortés reaccionó con furia y ordenó atacar a los cholultecas por sorpresa. En menos de cinco horas, más de 5000 hombres murieron en la ciudad, que fue incendiada y arrasada. Los perros alanos de los capitanes españoles tuvieron un papel fundamental en la masacre, causando un impacto psicológico brutal entre los indígenas. Los perros atacaban sin piedad a niños, ancianos y mujeres, que eran las víctimas más fáciles. Pedro de Alvarado, uno de los lugartenientes de Cortés, intentó retirar a los perros, pero fue inútil. La carnicería fue tan grande que hasta los propios españoles se escandalizaron. Bernal Díaz del Castillo, uno de los cronistas de la conquista, relató con detalle la escena en su obra «La Conquista de México».

Los perros famosos

Entre los perros que participaron en la conquista, hubo algunos que se hicieron famosos por sus hazañas y su valor. El más conocido fue Becerrillo, el perro de Ponce de León, que había acompañado a Colón en su segundo viaje a América. Becerrillo era hijo de Bruto, otro perro legendario que había luchado en las guerras de Italia. Becerrillo intervino en varias expediciones y combates contra los indígenas, hasta que murió por una flecha envenenada disparada por los caribes. Su dueño le dio una sepultura digna y le lloró como a un hijo.

Otro perro famoso fue Leoncico, hijo de Becerrillo y compañero de Vasco Núñez de Balboa, el descubridor del océano Pacífico. Leoncico recibía paga de oficial y luchó junto a su amo en todos los encuentros que tuvo con los indios del istmo de Panamá. Leoncico participó hasta su muerte en todas las expediciones contra los aborígenes, que sufrieron su ferocidad.

Los perros fueron usados profusamente en todas las guerras de la conquista, tanto en acción directa como en retaguardia, postas y socorro a combatientes. Se calcula que en los primeros diez años desde la llegada de Cortés a Yucatán, hasta la pacificación total del territorio azteca, intervinieron hasta 400 perros en diferentes momentos. Los perros dejaron un rastro indeleble entre sus víctimas, que los temían más que a un regimiento de arcabuceros.

La guerra, ese escenario probablemente inevitable, donde la desintegración moral humana puede llegar a ser indescriptible.


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