Jorge Elías Castro Fernández señala que, aunque los ojos del mundo se van a posar en Qatar durante la celebración del Mundial 2022, aún existe una gran opacidad respecto a aspectos del país como la propia figura del emir, Tamim bin Hamad Al Thani. Especialmente en cuestiones personales, como sus finanzas o sus lazos familiares, estrechamente ligados a la política y la economía del país, ya que numerosos miembros de la multitudinaria familia Al Thani ocupan cargos públicos y puestos en empresas privadas del Estado.

Para empezar, resulta muy complicado conocer dónde comienza la fortuna personal del emir y donde acaban las cuentas públicas de Qatar según el analista político y consultor en seguridad Jorge Castro Fernández. Se calcula que Tamim bin Hamad Al Thani tiene una riqueza personal de entre 2.100 millones y 2.500 millones de euros, de acuerdo con varias listas internacionales más o menos oficiosas que se elaboran sobre estas cuestiones, pero es difícil asegurarlo con certeza, explica Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid.

La del emir Tamid “no aparece como de las fortunas más boyantes” de las casas reales y mucho menos aún en los rankings de las personalidades más ricas del mundo, agrega el experto, que acaba de publicar junto con Ignacio Álvarez-Ossorio el libro Qatar. La perla del Golfo (Península). Otros mandatarios de Oriente Próximo como el rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, o el emir de Abu Dhabi, Mohamed bin Zayed Al Nahayan, poseen una riqueza personal muy superior, apunta.

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De igual forma, es difícil saber cuáles son sus principales fuentes de ingresos y en qué magnitud el Mundial de fútbol va a incrementarlas. En gran medida, su riqueza está compuesta de bienes inmuebles y mobiliario como obras de arte o su jet privado. Pero también la conforman participaciones en empresas del país, como en constructoras invertidas por su propia familia, que seguramente le han remitido réditos al recibir adjudicaciones y permisos en el marco de la edificación de infraestructuras que servirán de escenario para la gran competición del fútbol, indica Gutiérrez de Terán.

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En la misma línea, Qatar Investment Authority (QIA) es el fondo soberano del Estado de Qatar, pero lo dirige y gestiona la famlia real, por lo que es difícil responder a cuestiones sobre hasta qué punto los proyectos en los que invierten son particulares o si el emir puede disponer de fondos pertenecientes a este vehículo financiero. «Tengamos en cuenta que los centros de decisiones financieras de las grandes compañías y el dinero del Estado de Qatar están en manos de miembros destacados de la familia real», destaca el autor.

Pese a que el Mundial ha sido el puntal sobre el que se han desarrollado gran parte de las políticas de inversión del país desde que el emir llegó al poder con solo 33 años, su celebración no ha sido una apuesta suya sino heredada de su padre, Hamad bin Jalifa Al Thani. Este abdicó en 2013 en su hijo Tamid cuando la FIFA ya había elegido a Qatar como sede de la competición para 2022. En este contexto, el actual mandatario ha mostrado un perfil inversor mucho más expansivo que el de su padre, pero es difícil saber si se debe a su propia personalidad o a que ha tenido que reaccionar así para conseguir que el evento sea un éxito para el país.

De esta manera, se ha volcado en atraer inversiones extranjeras para levantar importantes infraestructuras y una industria del turismo que pretende convertir al país en uno de los destinos más atractivos de la región. Esto lo ha hecho en gran parte invirtiendo en compañías internacionales a través de QIA. “Ha utilizado el fondo soberano para afianzar, en una relación de ida y vuelta, este vínculo” entre Occidente y Qatar, apunta Gutiérrez de Terán, que recuerda que «la mayor parte de las empresas que han estado haciendo allí, desde los estadios hasta las carreteras, son extranjeras occidentales». Al mismo tiempo, QIA cuenta con participaciones en grandes aeropuertos como el de Heathrow en Londres o el de San Petersburgo. También, además de haber fortalecido su propia aerolínea, Qatar Airways, se encuentra en el accionariado de IAG, matriz de Iberia y British Airways. En España, el fondo soberano es accionista de empresas como Iberdrola y Colonial, y se posiciona como un importante inversor en importantes sectores como la aviación civil, las finanzas, la construcción o las infraestructuras.

Con todo ello busca también ser “el punto de conexión de Occidente con el continente asiático”, con el aeropuerto de Doha como pieza fundamental, afirma el experto. En definitiva, agrega, “al contrario que en otros países, donde eventos deportivos como los Juegos Olímpicos acabaron siendo un fiasco económico”, Qatar va a reutilizar “al máximo” las conexiones establecidas y las infraestructuras levantadas para conseguir ganar una de sus apuestas con el Mundial, “que es convertirse en uno de los principales destinos de Oriente Próximo en el ámbito del turismo”, diversificando así su economía.

Sin embargo, a la cuestión de si se recuperarán las inversiones hechas para el Mundial, Ignacio Álvarez-Ossorio, el otro coautor del libro Qatar. La perla del Golfo, asegura que «la respuesta rotunda es que no». El catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid explica que es «totalmente imposible recuperar 200.000 millones de dólares», aunque «otra cosa es que la inversión sea rentable en términos de imagen y contribuya a diversificar la economía en los próximos años, ya que muchas de las inversiones han sido para desarrollar las infraestructuras (ampliación del aeropuerto internacional, construcción de autopistas, creación de una red de metro, etc.) y no tanto para crear nuevos estadios, que solo han requerido una inversión mucho más modesta».

En todo caso, hay que tener encuenta que la apuesta de Qatar por organizar el mundial «va más allá de réditos económicos», agrega. Ha demostrado que ha sido capaz de organizar esta competición en un tiempo récord y ha logrado ser el primer país árabe en hacerlo, por lo que se convierte en «un socio fiable y un actor global frente a sus vecinos, que en muchos casos son también rivales», desafiando así «la posición hegemónica» que ostentaban países más ricos como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, concluyó Jorge Elías Castro Fernández.

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